
"-¿Cómo conoce tan bien usted al general Belgrano?, preguntó San Martín a su interlocutor, el español José Vicente Milá de la Roca.
-Fui su secretario privado en el ejército que marchó al Paraguay hace un par de años, después de la revolución. Nos habíamos hecho amigos en esos días de pelea interna y externa, cuando viene bien tener laderos que te cuiden la espalda. Don Manuel era lo mejor con lo que contábamos en esos días, y cuando me enteré que lo mandaban al norte al mando del ejército, fui de voluntario. Creo que él sabía que yo no le serviría para nada con un arma en la mano, así que me preguntó si no me animaba a hacerle de secretario. Tenía dos ayudantes de campo, pero ninguno de los dos sabía escribir, así que acepté. Ocho meses anduvimos por el litoral con menos de mil soldados, juntamos gente, establecimos contactos y alianzas, peleamos en Campichuelo , Paraguarí, Tacuarí y varios lugares más, fundamos Curuzú Cuatiá y Mandisoví, y terminamos ayudando a Artigas en Montevideo. ¡Y cuando volvimos lo enjuiciaron por mal desempeño!
-Es bastante común eso. Los que te mandan a morir, se ofenden si no morís de la manera que ellos querían que mueras! Conozco bastante del tema, pero siga, por favor…
-Don Manuel es brillante. Inteligente y con una formación intelectual muy sólida. Y realmente quiere una patria libre e independiente. Fue capitán de milicias primero, y sargento de Patricios en 1806 cuando lo eligieron los propios soldados.Unos meses después de la revolución, se ofreció para comandar esa expedición al litoral, aunque sus conocimientos militares eran bastante escasos. Nunca me lo dijo, pero creo que buscaba alejarse un poco de la Junta. Las divisiones internas eran muy fuertes, y la idea de independencia estaba estancada. Me parece que intentaba ser útil en un lugar dónde se pudiera seguir avanzando. Cuando volvió, después del asombroso juicio al que intentaron someterlo, se hizo cargo de los Patricios en lugar del desterrado Cornelio Saavedra, pero los del Regimiento Nº1 andaban buscando una excusa para sublevarse en apoyo de su antiguo jefe, y se amotinaron en contra de la orden de Belgrano de hacerles cortar las trenzas que los identificaban con Saavedra. El Triunvirato entonces quiso dar una muestra de autoridad, y mandó a fusilar a los cabecillas. Don Manuel no estuvo de acuerdo con tamaña condena y renunció. Entonces fue comisionado a cuidar las costas del Paraná con unos cuantos soldados. Yo me quedé en la ciudad, ya había tenido bastante con lo del Paraguay, pero Belgrano aceptó a pesar de su salud. Usted sabe que hace años sufre con un problema de pulmones que trajo desde España, que lo tuvo en cama muchos meses y en varias oportunidades. La humedad y el calor del litoral lo tenían a mal traer…
-Si, me imagino, ésta humedad es mala para todos…
-Tenía que levantar dos baterías para cañonear a los barcos españoles que suben por el río saqueando las riberas, una en la villa del Rosario y otra en la isla del frente. ¿Y a que no sabe que nombre les puso?...
-Puedo imaginarme…
- “Libertad” e “Independencia”…
-¡Me imagino la picazón que le habrá dado a Rivadavia! Este hombre cada día me agrada más, no lo conozco pero ya lo admiro…
-Lo último que supe, fue que había pedido permiso para mandar hacer una escarapela celeste y blanca para uniformar a la tropa, y que el gobierno había aceptado. Pero después creó una bandera con esos mismos colores, y la hizo jurar por el ejército cuando la izó en la batería Libertad. El Triunvirato lo tomó como un engaño, y le mandaron destruirla…
-Si, tengo conocimiento de eso…
-Pero, antes de que le llegara esa orden, ya había marchado hacia el norte para recibir el Ejército que viene bajando derrotado del Alto Perú. Y ahora le han mandado replegarse hasta Córdoba y hacerse fuerte ahí, para tratar de aguantar la invasión de los realistas que vienen entrando por Salta. Es una orden desesperada muy difícil de hacer cumplir, imagínese usted, deberá replegarse con toda la gente y los arreos, quemar los poblados y las cosechas que no puedan ser levantadas. E imponer la autoridad a quienes no lo acepten por las buenas.
-No quisiera estar en las botas de Belgrano. Habrá mucho dolor y angustia por estas horas en los pueblos bajo su mando. Y al final, seguramente, volverán a criticarlo. Estas son decisiones en las cuales nunca se termina de acertar.
-Así es don José. Pero si de algo estoy seguro en esta vida, es de las virtudes y valores de Manuel Belgrano, por eso confío en que se debe estar conduciendo con buen criterio y responsabilidad cristiana. Pronto tendremos noticias del ejército bajo su mando, y sé que serán buenas.
-Eso mismo espero yo, don Milá. No conozco a Belgrano personalmente, pero no he escuchado más que cosas buenas de éste hombre. Me gustaría conocerlo y poder ayudarlo, se lo merece.
-Ya tendrá oportunidad don José. ¡Decía mi abuela que los buenos siempre se terminan juntando en el camino, porque los malos disparan para el mismo lado, y los buenos los corren de atrás! ¡Y ustedes dos son de los buenos…!"
"El grito apasionado. San Martín camino a San Lorenzo", de Ariel Gustavo Pérez.